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Teletrabajo saludable: prevenir el aislamiento y fomentar la cohesión

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El teletrabajo ya es una realidad en muchas empresas españolas. Ya sea en formato híbrido, combinado con la presencialidad, o en modalidad 100% remota, el 14,6% de los empleados españoles teletrabajaban al cierre de 2024, la cifra más elevada de los últimos tres años y solo superada durante la época de confinamientos. Aunque sus beneficios son evidentes, se habla poco de sus inconvenientes y del papel que los departamentos de Recursos Humanos pueden desempeñar para mitigarlos.

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El modelo híbrido, que ofrece flexibilidad y mejora la productividad, se presenta como una de las opciones más valoradas por los trabajadores, al combinar lo mejor de ambos mundos. Sin embargo, muchas personas trabajan de forma completamente remota y no disfrutan del componente social que aporta la presencialidad. Esta falta de interacción puede desencadenar riesgos psicosociales que el área de Gestión de Personas debe anticipar y gestionar.

Entre estos riesgos destacan la falta de desconexión digital, el síndrome de burnout, la disminución del feedback y del apoyo entre compañeros, y el aislamiento social. En este artículo, nos centraremos en este último, ya que es uno de los riesgos más silenciosos y, al mismo tiempo, más perjudiciales para la salud mental de los equipos.

Muchos empleados pasan toda su jornada laboral frente al ordenador, en soledad. Aunque se mantienen concentrados y son productivos, carecen de interacciones personales. Intercambian numerosos correos electrónicos y mensajes, pero apenas mantienen conversaciones reales. Lo que al principio puede parecer una bendición —tranquilidad y foco—, con el paso del tiempo puede derivar en un escenario emocionalmente empobrecido.

El aislamiento social incrementa la sensación de soledad y debilita el sentido de pertenencia a la organización. Si un trabajador se habitúa a funcionar de manera aislada, puede llegar a normalizar esa desconexión y caer en una dinámica difícil de revertir.

Es importante aclarar que la soledad en sí misma no es negativa. De hecho, puede ser una oportunidad para conocerse mejor, adquirir autonomía y desarrollar nuevas habilidades. Sin embargo, como seres sociales que somos, una soledad prolongada en el entorno laboral puede derivar en estrés, ansiedad e incluso síntomas depresivos.

En el trabajo presencial, la carga emocional se ve aliviada por el contacto humano: conversaciones informales, celebración de logros compartidos, apoyo en momentos de tensión. En el teletrabajo, este soporte emocional desaparece. El resultado es una rutina centrada exclusivamente en tareas, sin la riqueza relacional del día a día laboral. Se debilitan los lazos entre compañeros, disminuye la cohesión del equipo y se refuerza el aislamiento.

Aunque la productividad suele aumentar al reducirse las distracciones del entorno presencial, esta ventaja puede verse contrarrestada por una pérdida de innovación y creatividad. Muchas ideas surgen de encuentros espontáneos, discusiones informales o momentos compartidos que son difíciles de reproducir en entornos virtuales.

A todo esto, se suma una posible desmotivación y un menor compromiso con la empresa. La falta de contacto directo con líderes y compañeros dificulta el feedback, el reconocimiento y las oportunidades de desarrollo profesional. Esta situación se agrava cuando algunos miembros del equipo trabajan presencialmente o de forma híbrida, y otros lo hacen exclusivamente en remoto.

¿Qué puede hacer la empresa para mejorar la sociabilidad?

Desde la organización, es fundamental crear espacios que fomenten la interacción social, incluso a distancia. Algunas ideas efectivas incluyen:

  • Desayunos virtuales, pausas compartidas o encuentros informales online.
  • Plataformas de coworking virtual, que simulan entornos colaborativos y ayudan a reducir la sensación de soledad.
  • Eventos presenciales periódicos, que favorecen las conversaciones personales y fortalecen los vínculos entre compañeros.
  • Asistencia a actividades de networking o eventos del sector, que permiten ampliar las relaciones profesionales más allá del equipo interno.

Además, el departamento de Recursos Humanos debería capacitar a los líderes en competencias específicas para liderar en remoto: empatía, gestión emocional y escucha activa. Un manager formado en estos aspectos estará mejor preparado para detectar señales de aislamiento y actuar antes de que se conviertan en un problema mayor.

¿Qué puede hacer el trabajador para sentirse más conectado?

El trabajador también tiene herramientas para combatir el aislamiento. Una acción sencilla y eficaz es activar la cámara en las reuniones virtuales. Esto permite generar un contacto más humano, captar gestos y expresiones, y reforzar la conexión emocional con los compañeros.

“Ver las expresiones faciales y el lenguaje corporal de los compañeros ayuda a construir relaciones más fuertes y a mejorar la comprensión mutua. Además, humaniza las interacciones, haciendo que las reuniones sean menos impersonales”, explica Tomás Fernández Pérez, experto en gestión de equipos deslocalizados.

Además, aunque gran parte del trabajo diario se gestiona por correo o mensajería instantánea, es recomendable alternar con llamadas ocasionales para mantener una comunicación más cercana. Aprovechar un descanso para hacer una llamada personal o interesarse por la vida de un compañero puede marcar una gran diferencia.

Los grupos de WhatsApp o canales informales dentro de herramientas como Teams o Slack también pueden facilitar la conexión humana. Crear rituales digitales como saludos matutinos o mensajes de cierre del día ayuda a mantener el vínculo social.

Finalmente, para quienes viven solos, es clave mantener contacto regular con amigos y familia, organizar actividades fuera del horario laboral y buscar espacios donde se fomente la interacción social, incluso fuera del trabajo.

El teletrabajo no es una moda pasajera, sino una realidad estructural del mundo laboral actual. Y aunque aporta beneficios indiscutibles, también exige una gestión activa de sus consecuencias menos visibles. El aislamiento social, silencioso pero persistente, puede erosionar el bienestar y la cohesión de los equipos si no se aborda a tiempo.

Las empresas tienen la oportunidad —y la responsabilidad— de crear entornos virtuales emocionalmente sostenibles, donde las personas se sientan vistas, escuchadas y conectadas. Por su parte, los trabajadores también pueden adoptar hábitos que favorezcan el vínculo humano en la distancia. Solo así será posible construir culturas corporativas fuertes, incluso cuando la oficina se reduce a una pantalla.

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