Suena el despertador a las 7:30 de la mañana. Ducha, desayuno, tupper, niños, coche, atasco, trabajo, reuniones, comida, más trabajo, más reuniones, más atasco… ¡por fin en casa! Lo malo es que ya son las 20:30 y es tiempo del baño de los niños, preparar la cena… y cuando terminas, son casi las 23:30 y se te cierran los ojos sin que prácticamente te hayas podido dedicar ni un minuto.
Y durante todo este tiempo, el móvil te ha acompañado como un fiel compañero o como un malvado tirano. Has podido recibir y enviar correos en todo momento. También has accedido a las apps corporativas para seguir trabajando en remoto desde la sala de espera del médico. Incluso entre máquina y máquina en el gimnasio… o haciendo la compra en el Mercadona. Siempre conectado. Siempre multitarea. Siempre agotado.
¿Es esto saludable? ¿Es esto sostenible en el tiempo?
Es cierto que las condiciones laborales actuales son exponencialmente mejores que las de hace cientos de años. Sin embargo, la tecnología, siempre aliada, ha permitido que los límites se desdibujaran, la jornada laboral se hiciera líquida sin principio ni fin, y esto llevara en ocasiones al agotamiento, el estrés y la falta de vida personal. Pero antes de entender cómo llegamos aquí, vale la pena mirar atrás.
Desde el inicio de los tiempos, los seres humanos hemos trabajado para sobrevivir, para conseguir lo que no obteníamos de manera natural, para intercambiar con el vecino, para ganar dinero y comprar bienes y servicios. En las sociedades agrícolas se trabajaba de sol a sol y las estaciones del año marcaban el ritmo del trabajo. No había separación alguna entre vida profesional y personal.
Con la llegada de la Revolución Industrial, las jornadas maratonianas pasaron del campo a la fábrica. Aquí no marcaba las horas y los descansos el sol y la lluvia, sino el silbato del capataz. El hombre era una pieza más en el engranaje de una gran maquinaria que no podía parar su actividad en ningún momento del día. Siglos de luchas sindicales consiguieron jornadas de ocho horas, descanso dominical, vacaciones pagadas… Así, recuperar el tiempo libre fue una conquista social.
Con las jornadas bien establecidas, uno se olvidaba del trabajo cuando salía por la puerta del hospital, el colegio, la tienda, la oficina… Es habitual que quienes lideran empresas rara vez desconectan, pero millones de asalariados disfrutaban de una amnesia temporal en cuanto apagaban el ordenador y salían a la calle.
La conexión móvil y las soluciones corporativas nos permiten trabajar siempre y desde cualquier lugar, con sus numerosas y evidentes ventajas. La dificultad surge cuando la pantalla del móvil se llena de notificaciones, nos vemos impelidos a contestar y los derechos ganados durante siglos hacen mutis por el foro.
Esta hiperconectividad ha llevado a muchos profesionales al borde del colapso, el estrés y el agotamiento, poniendo en riesgo su salud física y mental. La conciliación entre vida personal y profesional se convierte entonces en una prioridad tanto para la empresa como para el trabajador y ambos deben ocuparse de construir un modelo armónico y equilibrado.
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Beneficios del equilibrio
Un buen equilibrio entre la vida personal y profesional, obviamente, nos permite disfrutar de nuestra vida en todas sus esferas, no solo la profesional, pero se hace esencial para mantener un buen bienestar integral. Cuando logramos armonizar nuestras necesidades personales (no solo obligaciones, sino también tiempo de ocio y descanso) con nuestras exigencias profesionales se reducen la ansiedad, el estrés, la depresión y el síndrome del burnout.
La estabilidad física y emocional nos permite mayor concentración, creatividad, pensamiento estratégico y capacidad de innovación. Esto repercutirá positivamente en nuestra productividad, pero sobre todo nos hará sentirnos más seguros de nosotros mismos, más motivados y disfrutaremos más todas las tareas relacionadas con nuestro desempeño laboral.
Este equilibrio nos permite disfrutar de nuestros logros profesionales, establecer relaciones más saludables con nuestros compañeros y, en definitiva, nos brinda la oportunidad de vivir una vida más plena y satisfactoria.
Qué puede hacer la organización
El departamento de Gestión de Personas es el responsable de promover una cultura corporativa en la que el bienestar integral de los profesionales sea una prioridad teniendo en cuenta diferentes iniciativas para que este equilibrio entre vida personal y profesional sea efectivo.
El principal anhelo de millones de trabajadores es poder organizar su tiempo de forma eficiente según sus necesidades. En definitiva, que el horario laboral se ajuste a su vida y no que su vida (y la de todos los integrantes que forman parte de ella) se ajuste al trabajo.
Así, los modelos de trabajo flexible son los mejores valorados por los empleados. Y esta flexibilidad implica tanto horarios adaptables de entrada y salida, como poder trabajar presencialmente o remoto, según las circunstancias, o poder escoger los días de vacaciones o de descanso.
Es importante crear una cultura en la que valoren los resultados, por encima del tiempo dedicado. En la que importe más el bienestar integral que el presentismo. En la que existan políticas de desconexión digital claras. Y muy especialmente, una organización que reconozca la diversidad de situaciones personales y sepa dar respuesta a las necesidades concretas de cada empleado.
Qué puede hacer el empleado
Por su parte, el profesional tiene la responsabilidad de tomar decisiones personales que favorezcan su bienestar integral y contribuya al equilibrio entre la vida personal y profesional. Esto conlleva poner en práctica el autocuidado y la autocompasión, es decir, establecer rutinas saludables con momentos de descanso regulares y aprender a parar y a decir “no” cuando se comienza a sentir los primeros síntomas de cansancio o desregulación emocional.
Es de vital importancia aprender a priorizar y a delegar, evitar los ladrones de tiempo y establecer límites claros, como no revisar correos de trabajo durante determinados horarios. La comunicación fluida con los jefes, subordinados, compañeros, personal de RRHH… es también clave para fijar objetivos y expectativas.
Y, por supuesto, el tiempo de descanso debe ser de calidad, integrando el ejercicio físico, el contacto con la naturaleza, actividades de ocio o compartir con seres queridos para recuperar energía y mantener la motivación.
Encontrar ese equilibrio no es una utopía, pero sí una decisión consciente. No se trata de hacer menos, sino de hacer mejor. No de desconectar por completo, sino de conectar con lo que de verdad importa. Solo cuando empresas y personas caminan en la misma dirección -con respeto, empatía y propósito-, es posible construir entornos donde el trabajo no se enfrente a la vida, sino que forme parte de ella de forma saludable, humana y sostenible.